ARTE DE PENSAR

jueves, 6 de septiembre de 2012

POETAS EMINENTES DE COMAYAGUA

LA ciudad de Comayagua, centro importantísimo de la historia y la cultura hondureña, ha sido, por excelencia, cuna de extraordinarios hombres y mujeres de letras, ante todo poetas, cuyas producciones han trascendido con mucho las fronteras de la patria. Citarlos exigiría una extensa enumeración que, por ahora, no es el propósito central de este comentario. Me propongo más bien centrarme de manera puntual en dos de esos portaliras, orgullo no sólo de esta llamada "Ciudad de los obispos", sino de Honduras en general. No creo, en modo alguno, aventurado afirmar que la poesía hondureña en su conjunto, perdería mucho de su finura, fortaleza y trascendencia, si faltase la producción de Antonio José Rivas Aguilúz y de Edilberto Cardona Búlnes, dos grandes señores de la palabra oriundos de esta tierra privilegiada, lamentablemente ya fallecidos, y con quienes tuve la suerte de sostener una amistad intelectual estrecha e imperecedera. Como ocurre con los artistas u hombres de letras geniales, Rivas Aguilúz y Cardona Búlnes tuvieron sus excentricidades, especialmente el segundo. Una de ellas, quizás la más sobresaliente, es que rehuían todo acto social o cultural en el que sabían o intuían que se les iban a prodigar elogios, o a hacerlos objeto de ditirambos y lisonjas. En verdad, repudiaban tales actitudes. Otro de sus rasgos característicos es que no se afanaban buscando fama o reconocimientos, como suele suceder con ciertos "intelectuales" de escasa valía fácilmente reconocibles. Ellos, sin falsa modestia, estaban conscientes de su indiscutible estatura intelectual. Dada la alta calidad de sus producciones, se hicieron acreedores a premios nacionales y extranjeros, los que recibieron con dignidad y decoro, sin los aspavientos a que son tan dados otros figurones cuyas "imágenes"- se sabe muy bien- son fruto de una publicidad mediática, concertada entre cofrades de igual calaña. Su mayor triunfo, a nuestro juicio, fue ganarse el respeto y la admiración de su querida ciudad de Comayagua que tuvo, como ellos, la intuición de que la suya será siempre una poesía auténtica, profunda, y -sin lugar a dudas- imperecedera.
Hoy, venciendo a zancadas el tiempo y remontando al vuelo la eternidad, recordamos sus versos.  (José Winston Pacheco)

DOS POEMAS DE ANTONIO JOSÉ RIVAS A.







LA PALABRA
(Logos # Dabar)

¿Poeta? No. En verdad yo no lo creo
¿Visionario? Tampoco. Ya he sentido
que al paso que me pierdo en el olvido
la eternidad me roba lo que veo.

Lo real en mí va siendo así aleteo
de un ave que volara de su nido
dejándole su extraño parecido
a la palabra ( y va de escamoteo ).

Que como una ola su revés apura
y que, a pesar de todo, es aventura
Tiento. Rotundidad, Cúspide. Abismo.

¿Metáfora? No. Sangre derramada,
gota a gota, en el tiempo. Y que aún atada
-y desnuda- a la voz, calla lo mismo.

LA ASUNCIÓN DE LA ROSA

Luz de rodillas. Circular aroma
que sobre el prisma del color se empina
dulce contrasentido de la espina,
rocío de la nube y la paloma.

Espejo del arrullo. Claro idioma.
Súbito embrujo de la golondrina.
palma que limpia el alba y la destina
para la piel del ángel que se asoma.

Ala de nieve en redimido vuelo.
Por la espina la cruz se adhiere al cielo
y el viento sabe de lucero erguido.

Gota de luna que en su mundo asume
la península breve del perfume
que es el amor que se quedó dormido.

DOS POEMAS DE EDILBERTO CARDONA BULNES









A DIEGO VELÁSQUEZ Y SILVA
( Evangelizador del iris )



Azul, rosado, gris, verde, carmelo.
El recuerdo es matriz contra el olvido,
la muerte es de un color desconocido.
La luz, en su color crea su cielo.

¡Color, color! El tiempo para el vuelo
por el pincel y el ser deja su nido.
La Venus del espejo con sentido
más queda en el cristal que en la modelo.

Bondadoso pintor, veraz, humano.
Cristo diósenos más, te dio el sudario
Donde el color paró la hora intranquila.

Hoy rogándolo Dios ¿Pintas lo arcano?
¿El alma en el añil de otro calvario?
¿Falta el añil?...mi corazón es lila.

DESPEDIDA


Dejar la paz construida con las penas
lo poquito de un sueño medio hecho.
El velo roto púrpura y el techo
caído del laurel con azucenas.

Supo todo del vértigo y apenas
una lágrima basta para el pecho,
y en el riachuelo azul que cae estrecho
lo que fuera mi amor se va en arenas.

Que esta casa se vino y era mía,
se segaron de un golpe las ventanas
anulando los pájaros del día.

Me voy. No hay más. Mis manos van abiertas.
Aquí sembré mi amor en cosas vanas,
detrás lloran los arcos de mis puertas.