El 15 del presente mes, Honduras conmemora el 191 aniversario de su independencia política del Reino de España, festividad nacional que en otras épocas se realizaba con una diversidad de actos en los que tenían participación activa la población, los centros educativos y las autoridades nacionales y/o departamentales y municipales.
Se fomentaban así los valores del patriotismo y la nacionalidad- por lo menos eso se decía- y la mayoría de ciudadanos, principalmente el sector de la juventud que en este país ha constituido por décadas más del 50% de la población, lo creíamos.
En mis tiempos de escolar y de estudiante de secundaria, contribuí con la celebración de las llamadas "fiestas cívicas", yendo al bosque desde la víspera para traer ramas de pino (árbol nacional) y adornar el frente de mi casa, como lo hacían todos los compañeros, colgando de ellas banderitas nacionales hechas por nosotros mismos con papeles de colores. Pero no sólo así contribuíamos a la celebración patriótica, también me correspondió -en repetidas ocasiones- participar en actos culturales o desempeñarme como orador en los actos oficiales en representación del estudiantado de mi centro educativo. Más tarde, como maestro, igualmente organicé y participé en las "fiestas cívicas" en las instituciones en que ejercí la docencia por muchos años.
Recuerdo con nostalgia, y con un cierto sentimiento de frustración, la verdad sea dicha, aquellos acontecimientos festivos de los primeros años, caracterizados por los cañonazos de salva o la quema de pólvora al amanecer del 15 de septiembre, el izamiento del pabellón nacional en los edificios escolares y gubernamentales, la lectura del "Acta de Independencia" en plazas y cabildos abiertos, documento éste del que tuvimos una idea más romántica que real (el análisis crítico vendría con los años y los acontecimientos), los encendidos discursos pletóricos de loas a los padres fundadores de esta pequeña nación centroamericana, los desfiles estudiantiles que por aquellos años carecían del boato en el instrumental y las vestimentas, surgido posteriormente como resultado de la competencia exhibicionista de marcados acentos comerciales, en demérito del fervor patriótico propiamente dicho.
Tampoco olvido el papel connotado que en mis tiempos de escolar y de estudiante de secundaria, se le atribuía a las fuerzas militares del país, conducidas, según referencias de nuestros mayores, por oficiales con poca preparación militar o científica. La mayoría de ellos provenientes de guerras civiles pretéritas o " montoneras" como se les designa por acá, y que con los años fueron sustituidos por elementos formados en las instituciones militares creadas a raíz de tratados de asistencia militar con Estados Unidos, tratados cuyo articulado y alcances el pueblo desconoce, como desconoce otros que posteriormente se han firmado, con el aval de los subsiguientes gobiernos y legislaturas nacionales.
En mi tierra natal, eran elementos militares los que entrenaban a los alumnos de las escuelas y a los estudiantes normalistas para los desfiles del 15 de septiembre.Y con posterioridad a la impropiamente llamada "Guerra del futbol" entre Honduras y El Salvador, cuyos verdaderos orígenes, desarrollo y consecuencias fueron hábilmente manipulados, se enfatizaron mucho consignas tales como " el ejército es el brazo armado del pueblo" o la "acción cívica de las gloriosas fuerzas armadas de la nación", o "En cada hondureño un soldado y en cada soldado un héroe". Se trataba de forzar una conjunción entre el pueblo y el elemento armado, con finalidades que sólo muchos años después se pondrían al descubierto.Pero en aquellos años esos lemas fueron aceptados, y en gran parte creídos por gran parte del pueblo hondureño, y las Fuerzas Armadas llegaron a gozar de una amplia credibilidad popular como factor de equilibrio en la vieja e inmoral disputa del poder.
En este punto, cabe hacer una oportuna acotación anecdótica: me contaba mi padre que el piloto oficial de un presidente hondureño ya fallecido, y que se encargaba de conducirlo a las regiones del país que el mandatario deseaba visitar, llegaba frecuentemente a la ciudad de La Esperanza, mi ciudad natal, pilotando un viejo aparato Douglas C-47 Dakota o un AT6 Texan. Era un teniente de aviación muy competente aunque poco ilustrado. Con el paso del tiempo fue ascendiendo hasta alcanzar el grado de coronel de aviación. Dio varios golpes de Estado y se mantuvo en la jefatura de la nación por más de trece años, aprovechando la decadencia moral de los partidos políticos tradicionales a quienes estuvo a punto de sacar definitivamente de la escena.
Cuando yo estudiaba magisterio en la Escuela Normal de Occidente de La Esperanza, tuve la oportunidad de conocerlo personalmente en una forma impensada y quizás interesante como dato marginal de la historia política de mi país. Así que haré la relación de esos hechos en un comentario futuro. Lo interesante es que en ese año- 1963- el antiguo piloto aviador del presidente, estaba a punto de convertirse en jefe de gobierno, como resultado de un golpe de Estado ejecutado al poco tiempo, acontecimiento que unido al golpe militar del año 1956, marcaría la presencia e incidencia futura de las fuerzas armadas en la vida política de la nación, contrario a la funciones específicas consignadas en las constituciones habidas en el país, que le asignan al ente militar un papel "apolítico, obediente y no deliberante"
En los años siguientes las fuerzas armadas, al igual que les ocurrió a los partidos políticos tradicionales, se vieron sumidas en escandalosos actos de corrupción y fueron arrastradas por una vorágine de descrédito por su papel represivo hacia las clases populares eternamente postergadas, en un estado de democracia formalista en que las oportunidades, el acceso a los bienes y la justicia, han estado supeditadas a la conveniencia de grupos privilegiados que actúan en la sombra y que son los que verdaderamente controlan los actos del "Estado de derecho" diseñado para su conveniencia.
Es a partir del golpe de Estado de junio 2009, cuando se ponen en claro las cosas. Pese a las maniobras urdidas por sus ejecutores para manipular las informaciones en el país, surgen voces alternativas que dan cabida a los clamores del pueblo, y al mismo tiempo, alimentan su conciencia con informaciones veraces. El pueblo hondureño conoce ahora por quiénes y de qué manera ha sido controlada la política, la economía, la justicia, y, en general, todas las actividades de los gobiernos que hemos tenido a partir del ingreso del país a la vida republicana, y en consecuencia,quienes son los responsables del caos a que ha sido conducida la república. Se cayó para siempre el antifáz, y el hecho real de que el pueblo se encuentre hoy sumido en las peores condiciones económicas y sociales de su historia, no mengua en nada la decisión popular de corregir las cosas. Se puede afirmar que hoy Honduras conoce a los responsables internos y externos de su sacrificio y su caída, conoce sus maniobras y su tendencia obtusa a sostener un Estado tambaleante, en una nación a la que se le quieren exprimir los últimos jugos vitales. Y no está dispuesto a permitirlo.
Ha sido una larga lección aprendida con angustias, sangre y violencia, pero que paradójicamente, le ha servido a la mayoría del pueblo para buscar nuevos caminos de reivindicación social. En ese empeño, el pueblo ha hecho un análisis crítico de todos los sucesos ocurridos a partir de su vida supuestamente independiente, y del papel cumplido por los elementos humanos y sociales participantes: políticos, empresariales, religiosos, militares.
Como resultado de esa conciencia, el pueblo se niega a celebrar una independencia mentirosa, o rendir honores a unas autoridades ilegítimas, porque no surgieron de su voluntad libremente expresada, o a formar parte de los desfiles oficiales con que los partidarios del statu quo tratan de revivir un patrioterismo cada vez más agónico, porque no es un valor y una actitud auténtica, como lo sería en un estado democrático verdadero, o siquiera sea correspondiente con la fórmula lincolniana de: "gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo"
Por ello este 15 de septiembre, como viene ocurriendo desde el año 2009, el pueblo implementará su propia movilización. Una movilización de reclamo, de protesta contra la falsedad y la injusticia sostenidas a lo largo de 191 años mentirosamente independientes, de oposición a los que amparados en una apariencia democrática, pretenden salvaguardar el Estado protector de los intereses elitarios que han hundido a Honduras en el abismo de la miseria, la violencia, la corrupción y la injusticia, y que, como corolario vergonzoso, pretenden ahora con el establecimiento de las llamadas "ciudades modelo", pisotear la soberanía y entregar el territorio nacional a corporaciones extranjeras de oscuro signo.
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