ARTE DE PENSAR

sábado, 19 de mayo de 2012

EL ENCUENTRO (Primera parte)


Carlos regresaba a su casa  después de una mañana  sumamente ajetreada.Afortunadamente el trayecto era corto y se había acostumbrado a hacerlo caminando. Se sentía cansado y confuso, y pensó que nada le sentaría mejor que darse una ducha helada al llegar a su casa. De pronto, justamente en frente de aquella bodega, descubrió la presencia de su amigo Elías a quien no miraba desde hacía mucho tiempo. Estaba solo, alejado de los clientes que entraban y salían apresuradamente del establecimiento comercial. Lo notó pensativo, meditabundo ¿Tendría algún problema que le preocupaba? Si algo recordaba de él era su permanente serenidad, la virtud que mejor caracterizaba a aquel hombre.
-¡Don Elías!- exclamó con tono emocionado acercándose al hombre- que gusto  verlo de nuevo, después de tantos años.
La reacción del hombre fue similar.
- Maestro Carlos... ¡Caramba!..Déjeme darle un abrazo fuerte ¿Cómo ha estado? ¿Cómo está su familia.
- Todos estamos bien, muchas gracias. Por la suya no le pregunto porque siempre la visito, tal como me lo recomendó antes de aquel viaje que hizo a Canadá  ¿Recuerda?
-Desde luego que sí. Y dígame ¿hacia dónde se dirige? De todas formas lo acompañaré, tenemos tanto de que hablar, tantas vivencias que contarnos después de tantos años sin vernos ¿No le parece?- Comentó  Elías con  entusiasmo.
- Por supuesto, será un  placer conversar con usted. Vamos.
Al paso de los dos hombres, una parvada de palomas que picoteaba sobre la calle se elevó  con un resoplido de rumiante. Un sol ardiente y rubicundo brillaba en el cenit.
Súbitamente Carlos se detuvo. Miró a su compañero  con expresión de anonadamiento, casi de estupor.
-¿Sucede algo?- inquirió Elías
- Si…creo que si…Usted…usted don Elías- tartamudeó Carlos- ¿cómo es posible que esté aquí? Acabo de recordar... Usted está….
-¿Si?
-¡Muerto! – Carlos pronunció la palabra en un susurro.  Su expresión era de asombro extremo- Yo… estuve en sus exequias, acabo de…recordarlo. No puede ser.
De pronto el sol se ocultó. Una brisa juguetona se deslizó sobre los tejados agitando las ramas de los árboles circundantes. La bandada de palomas tornó a aterrizar sobre la vía un poco más adelante.
Don Elías sonrió.
-¡Aaah, mi amigo! – dijo con desenfado- veo que nunca  hizo caso de mis enseñanzas. Yo no estoy muerto, estoy  tan vivo como usted  ¿Acaso no lo ve?  Estamos platicando en mitad de una calle y esto no es un sueño. Es más, hoy tengo que reunirme con unas personas para hacer un trabajo importante. Ande, sigamos caminando.
- Pero… yo fui a su…funeral,  de eso estoy seguro ¿Cómo explica eso?- reafirmó Carlos
-Nadie muere, amigo mío, simplemente  cambia de lugar, de dimensión, como  se lo dije muchas veces.
- Un momento -gruñó Carlos haciendo un movimiento de negación con las manos- no pretenda tomarme el pelo ¿Está aceptando  que murió? ¿que no está en este mundo?
Don Elías volvió a sonreír
-No  se complique, amigo Carlos, yo se lo expliqué muchas veces, después de cierto tiempo aquí, uno pasa a otro universo. ¿lo recuerda? Yo estoy en  otro universo. Eso es todo- explicó Elías.
- Mmm...esa explicación no me convence- repuso Carlos con tono de escepticismo- Podría aceptar lo que me está diciendo si antes me explica esto: si usted está en otro  lado, universo o lo que sea ¿cómo demonios es que yo estoy aquí, con usted, caminando y charlando en mitad de  esta maldita calle por la que he cruzado tantas veces? ¿Me lo quiere explicar?
El ruido infernal del escape de una motocicleta interrumpió el diálogo por un instante.
-También eso se lo expliqué muchas veces, con el ejemplo de la linterna con la lente desconcentrada ¿Recuerda? Su luz se proyecta en la pared como una sucesión de círculos concéntricos, pero si ajustamos la lente, la luz se concentra en un  solo punto luminoso, así se lo expliqué ¿lo recuerda? Los universos son los círculos...
Carlos guardó silencio, se  le notaba cada vez más confuso e inquieto.
-También aproveché aquel día en que mirábamos un partido de fútbol en la televisión y en eso se metieron las imágenes de otro canal - agregó Elías con tono suave- Algo parecido está ocurriendo  en este momento, nuestros mundos simplemente se han cruzado y por eso nos hemos encontrado.
-Esto es...inaudito- Balbuceó Carlos- me resisto a creerlo.Debo estar perdiendo la razón.
Elías sonrió de nuevo. Dió una palmada en el hombro de su amigo.
-No, amigo mío, usted no está volviéndose loco  ni mucho menos, pero en cuanto a su incredulidad, debo confesarle ahora que siempre lo consideré un escéptico, por eso me alegro de que nos hayamos encontrado de nuevo, quizás esta vez logre convencerlo. 
El tiempo cambió de súbito. El cielo adoptó una tonalidad grisácea preludio de tormenta.
La brisa fresca de unos minutos antes se tornó en un viento arremolinado que elevó por los aires papeles y hojarasca, a la vera de la calle. Pese a ser la hora pico, la calle lucía desolada, sin vehículos ni peatones.
- Sigamos caminando, amigo mío - invitó Elías sin perder el talante tranquilo que había mantenido a lo largo de aquel curioso diálogo. Carlos lo siguió sin hacer resistencia.
Por un instante caminaron en silencio, pero en cierto momento Carlos interrumpió de nuevo la marcha.
- Si usted dice que está vivo igual que yo, sólo que en otro universo, quiero que me diga que diferencias hay entre ese mundo suyo y esta realidad mía.- Demandó con voz firme
Elías lo miró directamente a los ojos. Hizo una pausa, luego habló:.
- Mi mundo es tan real como el suyo, querido amigo, sólo que diferente - repuso Elías- A ver...si usted se lanza desde el ultimo piso de un edificio sin duda se matará, a mi no me sucede eso porque no estoy sujeto a esas leyes naturales, conmigo no interviene la gravedad ¿comprende? Y así otras cosas.
-¿Como qué cosas?. Quiero que me las explique totalmente, si es que espera que le crea- exigió Carlos.
Comenzó a caer una llovizna fina que pareció pasar desapercibida para los dos hombres.
-De acuerdo. ¿Qué es lo que desea saber concretamente?- inquirió Elías-
-¿Sienten hambre? ¿Comen ustedes? - Se apresuró a preguntar Carlos.
-Por supuesto, sentimos hambre y comemos, sólo que satisfacemos esa necesidad en forma diferente a como lo hace usted.
-¿Ah si? ¿Y cómo lo hacen?
-Cuando sentimos hambre pensamos en comer, y eso es todo, ya estamos satisfechos.
-!Ajá!...¿Y...viajan? ¿Se enamoran? ¿Tienen sexo?
-Desde luego, todo eso lo hacemos pero también en forma diferente a usted. Si yo quiero viajar, me basta con pensar donde quiero ir y ya estoy allá. Si me enamoro de alguien, se lo hago saber mentalmente y ya está, lo mismo si quiero tener un encuentro sexual, no estoy sujeto a los procedimientos y reglas de su mundo, amigo Carlos.
-Todo parece fácil ahí- comentó Carlos dubitativo- ¿Y que más hacen ahí?
-Pensar, trabajar, dormir, pero en forma diferente a como lo hace usted.
La llovizna cesó. De nuevo el sol comenzó a aparecer tras los nubarrones grises.
- Nadie va a creerme cuando les cuente esto, si acaso me atrevo a contarlo- dijo Carlos como hablando consigo mismo.
- Haría bien en contarlo, less dará  en que pensar- subrayó Elías sonriente.
De pronto Carlos pareció recordar algo importante
- Acaso no piensa enviarle un mensaje a su esposa, a sus hijos, o...¿ ya los visitó?
-Ellos están bien. Lo sé- repuso Elías- sin embargo, puedo enviarles una nota con usted ¿Tiene un papel?
-No, sólo tengo una pluma y una caja de cerillos, pero puede escribir en el reverso...
-Si, me parece bien.
Se sentaron en el borde de una acera. Elías comenzó a escribir al reverso de la caja de cerillos.
-¿Que grado de conocimiento de las cosas de mi mundo tienen ustedes?- preguntó Carlos con marcado interés.
- Mucho más de lo que usted se imagina- repuso Elías sin dejar de escribir.
-¿Sabe usted qué número va a jugar en  el sorteo del próximo domingo, el que va de diez millones?
-Si, creo que podría acertarle- contestó Elías entregándole la caja de cerillos.
-En tal caso, le ruego que me diga el número ¿Haría usted eso?
-Si, pero no ahora. ¿Para qué quiere tanto dinero?
-Usted debería saberlo, eso me permitiría realizar los proyectos de que le hablé antes de su muer...digo, de su viaje a ese mundo.
-Le daré el número, pero no esta vez. Es más, creo que ha llegado el momento de reunirme con las personas de las que le hablé al principio. Debo irme ahora. Amigo...me ha hecho muy feliz volver a verlo. Hasta otra vez.
-¿Habrá otra vez?
-Siempre hay otra vez.
- Entonces...adiós, amigo- dijo Carlos con voz suave.
Miró la cajetilla de cerillos intentando leer la nota escrita por Elías pero no lo logró. Instantes después su mirada tropezó cun un gran cartel colocado a la vuelta de la esquina. No era una anuncio comercial ni una señal de tránsito, el cartel ostentaba una sola cifra escrita con premura: el 21. Carlos sonrió.
El domingo siguiente, recostado en su camastro, Carlos rememoró los acontecimientos con  un sentimiento indefinible.Decidió que pasaría a relatarle aquella experiencia a la familia de su amigo, y luego se compraría el número para el sorteo de la noche. Hizo lo primero, le relató a la familia de Elías aquella extrañá experiencia, pero no compró el boleto del sorteo. 
Tampoco le extrañó cuando el número resultó premiado.




Libro: Relatos de mi blog. II Parte, José Winston Pacheco.


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